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25 abr 2014

Julio Iglesias vuelve al Carnegie tras 25 años en honor a Óscar de la Renta





EFE
Nueva York (EE.UU.).- Julio Iglesias volvió este jueves al Carnegie Hall después de un cuarto de siglo para cantar al diseñador Óscar de la Renta por su Medalla a la Excelencia y desplegar sus míticos dejes de galán ante Bill y Hillary Clinton o Carolina Herrera.

"La primera vez que estuve aquí, hace 40 años, tenía 17", bromeó Iglesias, cantante con millones de discos despachados pero, quizá por encima de eso, galán infatigable.

"Oscarito, vamos a explicarles por qué los latinos tenemos tantos hijos. La música nos hace acercarnos, amarnos en vertical", remató.

Pero a diferencia de otros artistas latinos que llenan estadios con público hispanohablante, Julio Iglesias seduce desde hace décadas a un público políglota e internacional como él mismo, sin complejos para cantar en español, gallego, francés, italiano e inglés en una misma noche.



"Mi padre era del norte y mi madre del sur, ese es el futuro. Y de futuro saben Mr. y Mrs Clinton", aseguró en un gesto a quienes habían arrancado la primera ovación de la noche apenas se dispusieron a tomar sus butacas en el Carnegie Hall.

El regreso musical de Julio Iglesias, que pasó por ese auditorio en 1975 y 1989, arrancó con un bolero clásico que "nació del alma", "Amor", y el intérprete fue desgranando clásicos de todo tipo de género: el tango de "A media luz", pop francés en "Mamy Blue", la salsa cubana en "Me siento de aquí" o la balada épica italiana "Caruso", en la que se dejó acompañar por el tenor Vittorio Grigolo.

Pero todo era, a fin de cuentas, puro Julio Iglesias, que no escatimó a la hora de agarrar a su veterana garganta el arranque de cada estrofa, de lanzar estudiados gallos y gritos ahogados, de llevar al vientre la palma de su mano e incluso, con su trío de hipersincronizadas coristas, recrear a las icónicas trillizas que lo acompañaron durante décadas.

Así quedaron filtradas por su "vibrato" canciones pop de los ochenta como "I'm never gonna dance again", de George Michael, o clásicos de la "chanson" francesa, como "Ne me quitte pas", del belga Jacques Brel, según Iglesias la mejor canción de la historia.

Y siempre, siempre, con menciones a Óscar de la Renta, a quien llamo "hermano". "Nunca en la vida he conocido a alguien con la fuerza para luchar que él tiene", dijo, y no olvidó a su mujer, Annette de la Renta, a la que dedicó también aquello de "El amor no solo son palabras que se dicen al azar".

De la Renta, que había recibido la Medalla de la Excelencia de manos de Michael Bloomberg, también había arrastrado a su gran noche -que había empezado con una cena en el hotel Plaza- a sus amigas Carolina Herrera y Nati Abascal, reclamo que, junto al concierto, recaudó tres millones de dólares para apoyar los programas educativos y artísticos del Carnegie Hall.

"Julio es como un hermano para mí", dijo De la Renta, que comparte con el cantante su pasión por Miami, donde ambos llegaron a financiar juntos una terminal de aeropuerto. "Me siento increíblemente honrado de que se una a mí en el Carnegie Hall, un lugar con un alma extraordinaria que para mí tiene un sentido muy especial", añadió.

Y así, con este cruce de afectos entre dos figuras clave de la internacionalización del talento latino, Julio Iglesias tuvo que ir cerrando el recital y lo hizo con su gran éxito "Me va" y, finalmente, reversionando un standard tan cercano al público estadounidense como "A mi manera".

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