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30 may 2014

SONAJERO Mía o la tumba


Por :Grisbel Medina R.

El cuerpo de una mujer -rubia sobre todo- es la banda de adorno público que se ciñe un hombre con poder político o económico. ‘Si es linda, pues la quiero, es mía’, me parece escucharles decir.

Si estoy en conflicto, enfrento un gobierno y estoy convencido de que la educación no islámica es pecado, ahí tengo el cuerpo de 200 niñas para secuestrar, violar y vender. El grupo armado Boko Haram, en Nigeria, se enorgullece de su barbarie, utilizando como escudo, ya lo saben, el cuerpo de 200 muchachas.

Si quiero vender cremas, la belleza ficticia del  bisturí, la esclavitud de vivir sin ojeras, sin canas, sin chichos, sin pliegues ña costa de dolor, dinero y muerte- invierto en mercadeo, publicidad y labia de la industria estética y así convenzo a las mujeres de que sus cuerpos son feos, de que están horribles si no utilizan mis pócimas maravillosas que devuelven lozanía, sensualidad y juventud.



Si una mujer decide abandonarme, cansada de maltrato, de soportar mi ferocidad verbal y el golpe seco de mi puño, entonces yo le saco un puñal, la hiero 17 veces y huyo por el malecón para que no me atrape un grupo de hombres indignados y enojados. Este fue el triste caso de la joven estudiante Patricia P. Núñez López, emboscada por su expareja, Roque Salvador Rosario, en Puerto Plata, donde le arrebató la vida frente al Atlántico.

Si soy parte del Estado, cobro en Salud Pública o me guayo las rodillas en una iglesia, prefiero aferrarme a estadísticas, rezar Padrenuestros, crear alarma por la cantidad de adolescentes embarazadas y culparlas porque “las menorcitas no son fáciles”, en vez de propiciar educación sexual y encarcelar a los adultos que seducen y violan a niñas y adolescentes, casi siempre las más pobres entre las pobres. En muchos hogares, por una ración de comida, padres y madres consienten que hombres de 50, 60 y hasta 70 años tengan relaciones sexuales con sus hijas.

Si soy la Justicia, en vez de investigación y cárcel, me dedico a proteger al mimado Edgar Contreras, el cirujano con más querellas judiciales que dientes en su boca por las muertes de mujeres después de curcutearlas con su bisturí. Y así vamos, condenando el cuerpo femenino a ser mío o de lo contrario, en la tumba, para que no sea de nadie.

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