MADRID.- La vida ya nunca fue igual para Julio Iglesias después de aquella noche de hace 50 años en la que se proclamó ganador del Festival de Benidorm -un certamen español de música que alcanzó su máxima popularidad en los setenta-, iniciando así una de las carreras artísticas más exitosas de la historia.
Porque antes de Luis Fonsi, Ricky Martin, Shakira o el propio Enrique Iglesias, el mundo aprendió castellano a través de un joven madrileño que tuvo que dejar su prometedora carrera como portero de fútbol causa de un accidente de coche y que decidió probar suerte con una exigua voz.
“Aprendí a cantar en los últimos 15 años”, reconoció en una entrevista con Efe en 2010, cuando se animó a regrabar todas las canciones de su vida, unas 140 calculó él, desde la inicial “La vida sigue igual” con la que experimentó su primer triunfo en la cita de Benidorm un 17 de julio de 1968.
Según Sony Music, de sus más de 80 álbumes se le estiman unas ventas superiores a los 350 millones de ejemplares en muy diversos idiomas, por lo que ostenta el récord Guinness al “artista latino que más discos ha vendido en el mundo”.
En esa escalada internacional, su primer gran hito consistió en participar en el Festival de Eurovisión de 1970 con “Gwendolyne”. Acabó en cuarto lugar, pero logró grabar la canción en cuatro lenguas distintas y coronar las listas de ventas de varios países.
Muy poco después conocería y contraería matrimonio con su primera mujer, Isabel Preysler, episodio romántico que coincidió con una agenda de compromisos cada vez más apretada, con viajes a Japón incluso, y canciones en varios idiomas como “Un canto a Galicia” o “Por el amor de una mujer”.
Cantó su fracaso matrimonial en “Me olvidé vivir” (1978), resumen de una unión de la que nacieron tres hijos en común, el más pequeño Enrique, sucesor de la senda global de su padre con los años.
En aquel momento, Iglesias era el galán latino por antonomasia y el cantante mudó su residencia a EE.UU. tras firmar un contrato multimillonario.
“Acababa de separarme de mi primera mujer y para mí era un momento de soledad. En Miami encontré una actitud hacia la música que me gustó y allí me quedé”, contó después sobre una etapa que supuso el principio de su relación laboral con Ramón Arcusa, del Dúo Dinámico, como productor de sus mayores éxitos, véase “Soy un truhán, soy un señor” o “Quijote”.
Su popularidad se desbordó entre marcas comerciales estratosféricas y actuando en lugares míticos como el Royal Albert Hall de Londres o el Carneggie Hall y el Madison Square Garden de Nueva York.
Solo un episodio enturbió su vida: el secuestro en 1981 por parte de la banda terrorista ETA de su padre, el doctor Julio Iglesias Puga, posteriormente liberado. Esto provocó que el músico trasladase a sus hijos a vivir a EE.UU.
Los años siguientes lo consagrarían en el mercado estadounidense con la publicación de su primer disco en inglés, “1100 Bel Air Place” (1984), y colaboraciones estelares junto a figuras como Willie Nelson (“To all the girls I’ve loved before”), Diana Ross (“All of you”), Stevie Wonder (“My love”), Dolly Parton (“When you tell me that you love me”) o Sting (“Fragile”).
“Los más grandes intérpretes de la historia no fueron cantantes de grandes voces, sino cantantes para adentro”, reflexionó sobre su propia carrera el cantante, que situó en este grupo de artistas a gente como Nat King Cole, Elvis Presley o Frank Sinatra, con el que grabó “Summer Wind”.
Los 90 traería sus últimos grandes discos de estudio, “La carretera” (1995) o “Tango” (1996) y en el plano personal el inicio de su relación sentimental más longeva junto a la holandesa Miranda Rijnsburger, con la que no se casaría hasta 2010, tras el nacimiento de sus cinco hijos.
Con el nuevo siglo alumbró “Noche de cuatro lunas” (2000), en el que colaboró Alejandro Sanz, y un año después fue galardonado con el premio Grammy Latino como personalidad del año. Años antes, en 1987, se había llevado un Grammy internacional al mejor intérprete de pop latino por “Un hombre solo”.
Y en 2013 China le premió como artista internacional más popular de todos los tiempos.
Quizás motivado por sus problemas de espalda, que le obligaron a ser intervenido, en 2015 anunció que abandonaba los estudios de grabación, decisión de la que se retractó en 2017 cuando lanzó “México & Amigos”, tras superar asimismo un ataque de ciática que le obligó a posponer varios “shows”.
“Salir al escenario con 70 años es como salir a jugar un partido de fútbol con 50”, reconocía en una entrevista el pasado año en la que, no obstante, aseguraba estar en perfecto estado para ofrecer una gira por su aniversario que finalmente no se ha producido.
Enganchado al aplauso del público, sorprende en estos días la invisibilidad mediática de uno de los músicos más grandes de todos los tiempos, el mismo que hace unos pocos años dedicó estas palabras a sus seguidores: “Me hacéis sentir vivo. El viento de vuestras palabras es como mi oxígeno, no me dejéis morir”.
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