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3 sept 2024

“Longlegs”: el asesino está entre nosotros.




No es fácil hacer un buen thriller en estos días. Más aún, cuando tienen elementos sobrenaturales como parte de su historia. La razón es simple: ha sido uno de los géneros más sobreexplotados en los últimos años al punto de que casi siempre tenemos un filme del género en cartelera.

Lo peor: la mayoría de esos filmes se valen de los mismos trucos narrativos para contar lo mismo: una edición efectista para crear sobresaltos en el público, una mezcla de sonidos sobre modulados para sorprender, atractivas actrices que puedan gritar a todo pulmón y un largo etcétera.

Longlegs, titulada Coleccionista de almas en nuestro continente (prometo un artículo sobre las traducciones de títulos), está escrita y dirigida por Oz Perkins y protagonizada por una excelente Maika Monroe y un irreconocible Nicolas Cage. Perkins ya ha experimentado con el género por filmes como Gretel y Hansel (2020) y La enviada del mal (2015).

Longlegs le inscribe por derecho propio entre la élite de los que cultivan el thriller. Punto. Su guion sirve los elementos para atrapar al espectador en una historia de la que nos sirve los elementos por piezas, para que cada quien arme su rompecabezas en función de sus niveles de atención y habilidades. Convoca la atención total del público y eso, en la era del whatsapp en el cine, es un requisito que se agradece: solo los que se portan bien conseguirán todas las fichas del juego.

Longless es la historia de una novata agente del FBI, Lee Harker, que persigue a un asesino en serie. Eso le emparenta con otros filmes como: Seven (1995) y Zodiac (2007), ambas de David Fincher y, sobretodo, El silencio de los inocentes (1991), el maravilloso filme de Jonathan Demme. Con este últimos comparte la línea de una vulnerable agente del FBI a la caza de un asesino en serie.

Maika Monroe construye un personaje muy convincente que nunca se nos muestra del todo, que sospechamos que algo nos oculta y que arrastra una carga muy pesada sobre sus hombros. No tiene pareja, ni hijos y solo se comunica con su madre por teléfono y con frases cortas, llenas de tensión. Nadie en el mundo está más sola que ella y, para colmo de males, posee una desarrolladísima intuición femenina: ella ve cosas que nadie ve en la escena de cada crimen, más allá de la sangre y el terror de la víctima antes de morir.

Perkins construye un poderoso drama y se vale de novedosos recursos narrativos: por ejemplo, utiliza un encuadre 4x3 para los flashbacks y pantalla completa para el presente de los años 90 (la foto de Bill Clinton es la referencia), pasando de uno a otro con una naturalidad que nos deja desprevenidos, aunque incómodos, frente a la investigación. Entonces nos sorprende con autoridad y eficiencia, dejando bien claro que siempre tiene un as bajo la manga.

Perkins se vale de sus maravillosas locaciones en Vancouver (Canadá) para lograr en grandes espacios abiertos una atmósfera opresiva y, por momentos, sentimos que nos falta aire para respirar. Sus encuadres de primeros planos a sus personajes nos revelan parte de sus inquietudes y sus desasosiegos, convirtiéndonos en espectadores empáticos, sobre todo con la atolondrada agente Harker.

Perkins demuestra por enésima vez que, en cine, “menos es más”: muestra solo lo necesario, sin tantas detonaciones ni abalorios que distraigan, pero nos siembra el miedo en los huesos.

 

Longlegs (2024). Dirección y guion: Oz Perkins; Fotografía: Andres Arochi Tinajero; Edición: Graham Fortin; Música: Elvis Perkins; Elenco: Maika Monroe, Nicolas Cage, Alicia Witt.

José D'Laura

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