Por Johnny Arrendel
En contraste con su altura física, la estatura como artista de Héctor Acosta es enorme. Luis Aquino, contertulio del musicólogo Américo Mejía en el programa “Por la Ruta del Merengue”, le define como el “último de los auténticos merengueros”.
Para muestra, recrear su valiosa discografía, desde que surgiera de la mano de Gerardo Díaz en la orquesta Los Toros Band, en plena etapa de efervescencia del ritmo en sus modalidades romántica y meramente bailable.
Como líder de Los Toros Band, Acosta lo mismo pegaba un merengue original o adaptado netamente romántico, como “Déjame”, o destinado a encender la pista de baile, al estilo de “Ese es mi taita”.
Luego, el apoderado de los Toros Band traza la estrategia de recrear en voz del Torito una bien escogida selección de merengues tradicionales, con tanto respeto en los arreglos y brillante interpretación que conllevaron un mayor respeto para la agrupación y en particular para su estelar cantante.
Esta idea fue coronada con espectáculos donde Acosta compartió escenario e interactuó con figuras legendarias del merengue de siempre, como Frank Cruz, Vinicio Franco, Joseíto Mateo y Francis Santana.
Tuvo Acosta, también, la virtud de rescatar del olvido al merenguero típico el General Larguito, quien grabara aquel memorable “Navidad sin mi madre”. Y como todo lo que toca lo convierte en oro, el Torito pegó fuertemente en la radio el tema La Chiflera, que por décadas solo sonaba en las fiestas típicas.
Con ese bagaje, arranca Héctor Acosta como figura independiente, y entonces pega el súper exitazo a rimo de bachata conocido popularmente como “El anillo”, autoría de Romeo Santos.
Recordemos que dentro de Los Toros Band, Acosta demostró, además, su capacidad para cantar y pegar boleros tradicionales.
Ya bajo el manto de su propio nombre, Héctor Acosta se sustenta como el más taquillero merenguero, tanto en lo local como en los mercados internacionales.
Por todo esto, creo que Acosta debe ser extremadamente cuidadoso con todo producto que sea lanzado al mercado bajo su cotizada marca musical.
Y es que conversando con el locutor, comentarista político y musicólogo, Miguel Tavares, mostraba su inconformidad con la recreación del éxito “El Calor”, original de la orquesta Los Beduinos de Wilfrido Vargas, de la autoría de su padre, Milli Vargas, e interpretado por Jorge Villamán (Miguelito).
Wilfrido, sin dudas el más innovador de los músicos populares dominicanos, no dudó en tomar los riesgos que caracterizaron muchas de sus producciones. En particular, en esta pieza, entra con unos figurajes y arpegios de jazz que también matizan el arreglo en las transiciones con los metales.
Otra particularidad que narra el mismo Wilfrido en un artículo periodístico, es que para grabar ese tema introdujo una variación en el toque de la conga que le había copiado a Luisito Martí viéndolo en el Combo Show de Johnny Ventura.
El truco de Martí consistía en utilizar un palo para darle a la barriga de la tumbadora y obligar así al bajista a tocar a ritmo de pambiche mientras la tambora seguía derecho.
No obstante, el aspecto más distintivo de la grabación original de El Calor son los coros trepidantes de Miguelito, Guancho Viloria y Wilfrido, y las inspiraciones de este último.
Fundamentalmente ahí es que radica la debilidad de la versión del Torito frente al original de Los Beduinos, ya que los coros de la nueva grabación carecen de vigor y brillo.
Se podrá decir que probablemente no se trata de una versión de estudio la realizada por Héctor Acosta, pero creo que si es así no debe promoverse porque de esa manera no corresponde con su calidad habitual.
Creo que eso distingue a Dioni Fernández como arreglista y su ejemplo debe ser emulado por los exponentes jóvenes, el respeto y rigor con que siempre aborda las composiciones que le toca orquestar.
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