Por Grisbel Medina
Yordano Ventura era un muchacho gozoso y centrado en su juego. Lanzador de Grandes Ligas, a los 25 años ya tocaba el cielo con las manos. Dominicano, de familia muy humilde, compartía en sus redes sociales los ejercicios previos a subir al montículo desde donde disparaba sus pelotas no importa quien estuviera al bate.
Era el jugador que todo el mundo quería tener en su grupo, con la alegría que nos identifica a los caribeños y un fuerte compromiso con su equipo. Desde hace días, Yordano está tendido en un cementerio de Las Terrenas, lejos de su amor, del gimnasio, del vehículo cuyos neumáticos mandó a diseñar y los muchos pares de tenis que mostraba al lado de perfumes y relojes. La muerte le abrazó en el pavimento, posterior al robo de que fue víctima por manos que bien pudieron socorrerle. Un hecho indignante que debe avergonzarnos como nación. La misma madrugada, Andy Marte, pelotero de Las Águilas, también murió en un accidente de tránsito.
En dos direcciones de la misma patria, perdimos muchachos llenos de vida, con mucho que dar dentro y fuera del terreno de juego. Ambos conducían vehículos costosos. En el caso de Andy, el morbo echó a correr su cuerpo tirado en una camioneta por las redes sociales y cuanto medio se hizo eco de la triste escena. Nueva vez se prefiere grabar, fotografiar y difundir la desgracia ajena. Otra vez enterramos el sentido común.
El oro de la República Dominicana, como una vez el laureado Pedro Martínez llamó a los peloteros, se derrama en sangre y sufrimiento en carreteras dominicanas. Hace menos de tres años, el jovencísimo jardinero de los Cardenales Oscar Taveras falleció junto a su novia, en la Costa Norte. Conducía a alta velocidad el pelotero, de condiciones excepcionales según entendidos en las lides beisboleras.
Las tragedias recientes vuelven a poner en la mesa la formación y el acompañamiento a muchachos muy pobres que en pocas horas pasan a manejar millones de pesos y dólares. Urge orientación para encaminarles en el cambio de vida que supone pasar de un hogar humilde a escenarios lujosos y al aplauso del fanático, de andar a pie a rodar un vehículo último modelo. Es necesario imitar a jugadores como Moisés Alou, un caballero de la pelota que es referencia de educación, prudencia, valores. El mismo Alou, luego de la muerte de los muchachos, dijo: “Es un momento difícil para RD. Me preocupo por los jugadores, sus familias y sus carreras. Tuve una larga carrera y eso es lo que quiero para cada uno de estos muchachos, que se cuiden a sí mismos y a sus familias”.
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