Grisbel Medina R.
sonriete_gris@hotmail.com
Esta semana un joven desarmado, sin visos de golpear a nadie, fue asesinado vilmente por un policía municipal en Santo Domingo.
Las imágenes con su cabeza destrozada circularon por las redes sociales y noticiarios. Seguimos alimentándonos de sangre de la gente pobre. Y desde la Policía justificamos el asesinato con declaraciones estúpidas. Peor es la prensa que reproduce la idiota justificación de un tiro que se ¿zafó?
Estamos acorralando a la gente. Y atiborrando las ciudades de luces, plazas y avenidas. Nos empeñamos en creer que el desarrollo de un país se mide por la cantidad de neón e imágenes bonitas filmadas desde drones. Estamos negando la oportunidad de comer con dignidad. Y el precio a pagar es la creciente inseguridad ciudadana.
La Policía Municipal en Santo Domingo también arrastra a la gente. Y “tranca” a su antojo -como ocurre en Santiago- al mejor estilo balaguerista. Hasta ahora no ha aparecido la cara calma del alcalde emprendedor manifestándose por el muchacho desarmado al que el policía municipal le voló los sesos a la luz del día.
En Santiago presencié el abuso que dos policías cometían contra un hombre desarmado en el puente que conecta La Lotería con la Villa Olímpica. Era de noche. Retorné y pregunté al “comando” qué ocurría. Sentirse descubierto bastó para salvar al hombre de la golpiza que recibía.
Don Mario Benedetti, se está haciendo difícil defender la alegría en estos días de tanta desigualdad, dolor, muerte. El miedo acecha y el cañón apunta a la gente más indefensa mientras el lujo se expande por autopistas infinitas.
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