DESDE LA ÚLTIMA BUTACA “El irlandés” y su gran fotografía

“El irlandés” y su gran fotografía
Luis Beiro
Rodrigo Prieto (México, D.F., 1965) es mi fotógrafo preferido. No lo califico como tal por su impronta de “retratar” algunos filmes que subrrayo en mayúsculas (“Amores Perros”, “21 gramos”, Babel”, “Biutiful”, “Argo”, “Deseo, peligro” y “El lobo de Wall Street”), sino por su ojo clínico. Ha trabajado con directores de diversas tendencias divergentes como Ang Lee, Martin Scorcese, Alejandro González Iñárritu, Pedro Almodóvar, Oliver Stone y Spike Lee.

Su cámara ha legado momentos innovadores para la historia del cine, como la sobre exposición y otras técnicas que le han permitido crear imágenes muy originales, tanto oníricas como realistas.

En “El irlandés”, el mexicano ha alcanzado un momento cumbre en su carrera. Supo combinar los diversos planos y otorgar la misma intensidad en escenas breves y extensas como forma de facilitar la comprensión de un guion complejo y abarcador de la historia norteamericana de las décadas del 50 y 60 del pasado siglo.



Si la película no se limitó a la simple historia de otro crimen político ordenado por la mafia fue por su naturaleza visual. Un asunto de Estado es transformado en una interrelación de antihéroes, personajes vario pintos que el fotógrafo se encarga de trascender en la pantalla no por su adiestramiento externo, sino por captar del fondo de cada quien la real naturaleza de sus actos.

Esa cámara logra desviar la mirada del simple entretenimiento hacia la condición humana y el legado de sus protagonistas. No estamos en presencia de ciudadanos simples y corrientes que ejercen profesiones notables dentro de la sociedad, sino de criminales que hablan de soslayo, engañan, mienten, trafican con los sentimientos y, en última instancia, saben usar a los demás para su propio beneficio.

“El irlandés” es una de esas cintas que transpiran.

No tiene múltiples lecturas porque la cámara de Rodrigo Prieto se encarga de unir todos los caminos.

Quien no desea ver ese “colorido” retrato epocal, dirá que se encuentra frente a una película “larga”, o en el peor de los casos, “aburrida”. Pero no nos dejemos engañar por síntomas festivos: estamos en presencia de un recurrente ejercicio cinematográfico de un impacto político demoledor gracias a las miradas de ese maestro del cine llamado Martín Scorsese, y de Rodrigo Prieto, ese inmejorable fotógrafo mexicano.

Que premien o no premien ese ensayo es lo que menos importa. Los premios, premios son. Lo importante es su aporte a la historia del cine.