La cantante cubana Gloria Estefan, después de la muerte de su madre que le habia cerrado la garganta por un largo tiempo, vuelve ya recuperada, con su álbum “Brasil 305” en el que se ve alentada por su espíritu y el de todas las brasileñas que contribuyeron a alumbrar su música.
“La samba es algo más que mujeres medio en cueros y con plumas en un carnaval. Tiene repercusiones socioculturales y políticas”, reivindica la artista en una charla con con la agencia Efe en la que recuerda que, aunque las féminas fueran apartadas paulatinamente de la fiesta, las precursoras del estilo fueron las “baianas” (o bahianas) que improvisaban canciones mientras lavaban la ropa.
El proceso de acercamiento de Estefan a las melodías de ese país empezó en su niñez, con la extensa colección de discos paternos en los que igual descubrió a Olga Guillot que a Celia Cruz, que la música brasilera de los años 50 o 60. La relación se perpetuo cuando en los 70 entró a formar parte de la Miami Sound Machine e introdujo algunos de sus clásicos en el repertorio, de lo que quedó como reflejo un disco titulado “Rio” (1982).
“Me parece difícil que haya un músico que no admire esa música, porque es muy sincope y compleja, pero a la vez sensual”, resalta la cubana, que en su aproximación a estos estilos se entrevistó por ejemplo con descendientes de las mujeres que incursionaron en la samba, como Elis Regina. Cuanto más investiga, más enamorada. “La samba era de las calles. Tratan de callar a los esclavos haciendo ilegales los instrumentos que utilizaban para que no se pudieran comunicar y así nació la samba de mesa como reuniones secretas”.
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