Por :José D'Laura
No me cabe la menor duda: Johnny Depp es, en estrictos términos dramáticos, el mejor de la generación de actores post-De Niro. Para los que llevan anotaciones, esta generación tiene entre 40 y 50 años y, al menos, un bueno (Brad Pitt), un malo (Sean Penn) y un feo (Edward Norton). Bueno, los tres encajan en cualquiera de las categorías, así que organice las fichas según sus gustos.
Depp es, por decirlo de alguna manera, un Payaso del Método. Un actor que nos hipnotiza con una calma natural alejada, por ejemplo, del manojo de nervios que es Nicolas Cage.
Eso se puede comprobar fácilmente con Pacto criminal, filme dirigido por Scott Cooper, sobre la vida de Whitey Bulger, uno de los peores bandidos de la historia moderna en Estados Unidos. Todo el mundo, incluyéndonos, apuesta a una nueva nominación al Oscar para Depp (su cuarta) en la categoría de Mejor Actor. Ya Cooper llevó a Jeff Bridges a ganar con Crazy Heart, un filme de similares características: que no emociona a nadie, dado un guión que no tiene picos dramáticos.
Lo cierto es que la actuación de Depp, como el frío y cruel Bulger es impresionante. Unos ojos felinos, de amenaza permanente para todos los que le rodean, que hablan del extraordinario manejo del lenguaje corporal de un actor de suaves facciones, elegido en algún momento el hombre más sexy del planeta.
Y es que a Depp hay que verlo más allá de sus magníficas colaboraciones con Tim Burton, desde El joven manos de tijeras (1990) hasta Sombras tenebrosas (2013). Más allá del maquillaje excesivo del capitán Jack Sparrow, personaje por el que consiguió su primera nominación al Oscar. Cualquiera de sus personajes son la mejor evidencia de su camaleónica versatilidad.
Con el personaje de Bulger, es la cuarta vez que Depp se enfunda en la piel de un gánster de la vida real: recuerden que fue John Dillinger en Enemigos públicos, Donnie Brasco en el filme de título homónimo y George Jung en Blow.